Sentía las yemas de sus dedos,
rozando con mi sexo,
podía sentir sus dientes,
agarrados a mi cuello,
su aliento, su lengua...
eso hacía que me estremeceriera de placer.
Podía acariciar su cuerpo,
todo su suave cuerpo,
cada una de sus lineas,
lograba observar las zonas
en las que provocaba placer en ella...
y todo ello se convertía
en un sin fin de tiernos besos,
bajo mis sábanas,
leves gemidos,
susurros e interminables
y bellas noches.
Me encantaba que después,
se quedara dormida,
su cara se asemejaba a un angel,
el unico angel que hay en mi perfecto cielo
LAS MUJERES MALTRATADAS POR LA HISTORIA. DE LAS ANTIGUAS ROMANAS A LUCRECIA
BORGIA
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Ese es el título de la conferencia que impartí el pasado 24 de noviembre
en Murcia, dentro del ciclo "Femenino plural" organizado por la Universidad
de ...









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